“La mayoría de personas carecen de una filosofía de vida coherente. Pasan los días persiguiendo placeres temporales y evitando las incomodidades. Son esclavos de lo inmediato, atraídos por cualquier distracción para no enfrentar su situación. Cualquier excusa para evitar la gran pregunta: ¿Es así como quiero vivir? Vivir sin filosofía es vivir sin dirección. Sin una brújula interna que guíe nuestra vida seguiremos el camino marcado por la masa sumisa. Absorberemos sin cuestionar los valores y aspiraciones de la sociedad, y moriremos sin haber vivido en realidad. No deberíamos tener miedo a la muerte, sino a no empezar nunca a vivir.”
Marco Aurelio, emperador romano, erudito de la escuela estoica.
Marco Aurelio, emperador romano, erudito de la escuela estoica.
El tapón cúbico
Suposiciones sobre suposiciones generalmente no llevan a ningún lado; aunque a veces, sí logran algo. Cuando uno no cuenta con la oportunidad de atisbar las lejanas galaxias sino a través de fotografías; cuando uno está impedido de viajar las inconmensurables distancias y visitar todos los rincones del universo; cuando uno no puede presenciar la desintegración de partículas sino mediante reportes de otros que lo han atestiguado, medido y especulado, pues ni ojos ni instrumentos logran ver realmente lo que ocurre en el extraño mundo cuántico; cuando el lapso de la existencia de uno es tan corto que no es posible atestiguar la evolución de los seres ni los cambios de las galaxias; cuando uno posee una imaginación más ansiosa que su entendimiento y considera demasiado el tiempo que la ciencia requiere para demostrar cada paso; cuando uno carece de la paciencia para esperar que se demuestre que hay vida en otros planetas, que existen más partículas que las hasta hoy descubiertas, que la consciencia distorsiona la realidad, que no somos el único universo, que existimos en un cosmos de más de tres dimensiones métricas; no queda más remedio que contentarse con productos de la imaginación, con escenarios de ensueño, con dudosas especulaciones; no queda más consuelo que divagar filosofando. Ha de suponerse en tal caso, irremediablemente, sobre suposiciones; esperando que, como en el cuento de las Ocho damas en un tablero, los absurdos guíen por un camino algo menos descabellado que pueda, quizás, alcanzar una solución plausible.
El universo que con tantas deficiencias e inexactitudes he esbozado en mi cabeza y ahora también en estos cuentos, es una insignificante pompa como muchas otras en un cosmos océano plagado de pompas similares. Ha existido por más tiempo que el calculado actualmente por la astronomía. Tiene un hermano de naturaleza contraria con quien danza acercándose y alejándose creando eones de expansión y contracción. Mi universo ha muerto y vuelto a nacer en incontables ocasiones. En cada nueva versión, los habitantes insignificantes de nuestra insignificante pompa han presenciado los mismos milagros de la vida y, tal vez con algo de suerte, alguna nueva maravilla. Así se han presentado en cada ocasión el milagro de los nucleótidos, aquel de las membranas, el prodigio de la simbiosis, el surgimiento de la consciencia. Cada vez que nuestro universo renace, renacemos también nosotros. Es una existencia recursiva. Nuestro propósito es evolucionar, con pequeñísimos pasos, distorsionando el determinismo. Logramos esto modificando nuestra conducta, siendo más fuertes que nuestros instintos, venciendo nuestros apetitos, resistiendo nuestros impulsos, superando nuestros prejuicios, razonando nuestros actos, rectificando y corrigiendo. Lo conseguimos como relojes que modifican su marcha. En este Cosmos de múltiples universos, nacemos una y otra vez para conseguir en cada ocasión un comportamiento mejor. Aunque está en nuestro libre albedrío atenernos al “mundos malus” o procurar la “creatio bona”. En el segundo caso: nuestras decisiones crearán nuevas cadenas de causa y efectos que distorsionaran, primero, nuestra realidad y gobernarán, después, nuestra próxima aparición en el siguiente eón. Así, aquellos bendecidos por mensajes de cuadriones y aquellos superhombres empecinados en ensanchar la consciencia podrán evolucionar hacia seres mejores, mientras otros permaneceremos siendo iguanas. Así es el universo que contenta mis vacilantes preguntas, así es el modelo de Cosmos que conforta mis incertidumbres, así es como interpreto el mensaje dejado para mí en el firmamento.
Me doy cuenta, sin embargo, que este esbozo de universo, más que filosofía de vida, es el tapón cúbico con el que pretendo rellenar el hueco cilíndrico de todos mis desconocimientos.