Como un reloj
Derivado de las ecuaciones de Albert Einstein, Aleksander Fridman desarrolló y publicó en 1922 varios modelos de la vida del universo. Uno de ellos es conocido como el universo oscilante. Éste es una concepción en la que el universo, en función del tiempo, tiene la forma de una cicloide. Esta curva es la que describe un punto en una circunferencia cuando ésta gira avanzando sobre una línea recta. La cicloide luce como se vería la marca en una rueda de bicicleta en movimiento. En esta concepción, el universo se expande hasta un volumen máximo para después volver a decrecer por acción de la fuerza gravitatoria. La idea propone una sucesión de expansiones del universo (big-bangs) alternados por colapsos que lo devolverían hasta su singularidad primigenia (big-crunches). Estos ciclos, llamados eones por Roger Penrose, serían cada vez más alargados según el análisis termodinámico realizado posteriormente por Richard Tolman. Esto, por supuesto, siempre y cuando las leyes físicas se preserven de un ciclo al siguiente. Si las leyes y las constantes cosmológicas varían de un eón al posterior, entonces no hay forma de que pudiera realizarse análisis termodinámico alguno.
En mis novelas, yo menciono universos gemelos. Mi idea surgió del conocimiento que posee la ciencia de que materia y antimateria no están balanceadas en nuestro entorno y, sin embargo, todos los modelos matemáticos desarrollados hasta ahora devuelven soluciones con inventarios equilibrados de ambas sustancias. Mis universos gemelos crearían ese balance. La materia ordinaria que es abundante en nuestro universo, sería escasa en el otro; mientras la antimateria que es escasa en el nuestro sería abundante en el otro. Según la trama, los universos gemelos han estado acercándose como inmensas estrellas neutrónicas creando eones como los propuestos por Fridman. Este acercamiento, aseguro en las novelas en boca de un visitante de una civilización más avanzada, explica la incomprendida energía oscura. Esta aproximación es además uno de los motivos para que el título de la saga sea “universos convergentes”. Si tales ideas fueran correctas, entonces la fusión de ambos universos terminará abruptamente en un inimaginable estallido de energía. Fenómeno similar a la aniquilación de los pares partícula-antipartícula.
Si nos encontramos en un universo que nace y muere para volver nacer. Si el tiempo es y ha sido siempre infinito, entonces han existido millares de copias de nuestro universo. Quizás con leyes físicas y constantes universales iguales, quizás conteniendo los mismos ingredientes. Diversas versiones del universo que nos ha dado vida habrán aparecido para posteriormente desaparecer. En algunos, habrá brotado la consciencia; en algunos otros, sólo surgió el hidrógeno y no pudo florecer la vida. Como un reloj que tras millares de giros de sus engranes finalmente vuelven a estar todos los dientes en la misma posición que tuvieron cuando primero hizo tic-tac, después de eones, un universo exactamente igual al nuestro emergerá. Después de todo, el Cosmos es un relojero escrupuloso y cuenta para su tarea con la eternidad entera; tiempo suficiente para conseguir crear átomos, galaxias y seres pensantes. Sin lugar a dudas, Él podrá volver a ubicarlos todos en la misma posición que tienen ahora. Entonces en tal copia, volverá a nacer Sócrates; volverán a nacer Galileo, Juana de Arco, Gandhi, Madame Curie. Ellos embellecerán nuevamente al Cosmos con sus principios morales y éticos y, seguramente también, mejorarán y ampliarán sus aportaciones a la consciencia. Y también, volveremos a nacer nosotros y contaremos con una nueva oportunidad para hacerlo bien.