El extraño mundo cuántico
Las partículas constituyentes de la materia (fotones, electrones, quarks) se comportan de maneras que desconcierta y abruma a nuestra imaginación. En el extraño mundo cuántico es posible detectar entes que brincan de un nivel de energía a otro desapareciendo de su origen y reapareciendo en el siguiente instante en su destino. Experimentos bajo condiciones controladas de laboratorio han mostrado que entidades subatómicas pueden estar en dos sitios diferentes a la vez y también que dos partículas hermanas exhiben atributos físicos entrelazados, como su espín, aún sin estar comunicadas de forma alguna. En este recién descubierto mundo cuántico los habitantes pueden comportarse en determinadas interacciones como si se tratara de pequeños corpúsculos y en determinadas otras como si fueran ondas líquidas.
Para explicarme estas rarezas del universo que habitamos yo imaginé entes como globos. Partículas que se hincharan hasta alcanzar alguna circunstancia que les obligara a reconcentrarse a su estado original para nuevamente volver a hincharse. Mis globos se expanden a velocidades similares a celeritas (velocidad de la luz), pero vuelven al punto de reunión de forma instantánea; aunque el punto de reconcentración puede ser diferente a aquel de su partida determinado por eventualidades del entorno de la partícula. Con este esquema conseguí elucubrar cómo podría un ente encontrarse simultáneamente en varios lugares diferentes, pues lo estaría en la fase de inflación. Con este esquema pude imaginar cómo un ente cuántico podría brincar de un estado de energía a otro sin recorrer ninguna trayectoria, lo conseguiría reconcentrándose en un nuevo destino. Con este esquema logré explicarme la dualidad onda-partícula, pues en momentos mis globos serían corpúsculos y en momentos se inflarían y desinflarían semejando una onda esférica.
Cuando descubrí que la teoría de cuerdas había sido extendida para incluir estructuras de más dimensiones que los originales filamentos unidimensionales, cuando al fin entendí las dimensiones espaciales compactadas que esta teoría maneja, pensé que tal vez esas p-branas (membranas multidimensionales vibratorias) podrían ser mis globos inflacionarios. Pero a pesar de mis esfuerzos, por mejor comprender la teoría de supercuerdas, no logré fusionar ambas conceptualizaciones. Aquella tarea era tanto como mirar dos escenas bosquejadas con diferente perspectiva. El enfoque de la teoría y mi propuesta diferían sustancialmente. Mi idea de los globos-partículas pretende explicar fenómenos del reino cuántico mientras la teoría de supercuerdas es una concepción más amplia: busca unificar las fuerzas de la física y las partículas en un modelo matemático coherente. Ni la teoría de supercuerdas, ni mi propuesta de globos-partícula son comprobables mediante experimentación, aunque tampoco son refutables.
Jugando entonces con mi hipótesis de los globos-partículas podemos imaginar que las perturbaciones del vacío que constituyen los campos de las fuerzas físicas no son otra cosa que partículas en su fase de inflación. Y también que los entrelazamientos de dos partículas hermanas son posibles gracias a la reconcentración instantánea de los globos. El mundo cuántico podría, bajo esta percepción, imaginarse como una olla que contiene varios líquidos diferentes que se encuentran en el punto de ebullición. Habría burbujas de diferentes tipos y tamaños, inflándose y reventando constantemente. Las burbujas serían fotones, gravitones, electrones y demás entes subatómicos. Aunque al reventar estarían realmente reconcentrándose en corpúsculos. Aislando y analizando sólo las burbujas de un determinado tipo obtendríamos las manifestaciones de una sola fuerza física. Estudiaríamos de esta manera sólo los fenómenos de la gravedad o sólo los fenómenos del electromagnetismo. Así entonces, un conductor eléctrico transportando un único electrón a través de su estructura molecular absorbería las inflaciones persistentes del electrón devolviéndolo constantemente a su comportamiento como corpúsculo. Pero muchos electrones circulando, saturarían la capacidad del cristal para absorber inflaciones y conseguirían manifestarse como un campo magnético alrededor del conductor.