Las pupilas de la Virgen
Cuando nacemos no somos ciegos, nuestros ojos son completamente funcionales. Es el cerebro el que no ha aprendido a reconocer lo que vemos. Las primeras imágenes que el cerebro aprende a reconocer son las formas antropomórficas. Poco a poco, en el transcurso de unos pocos días, la cara y las siluetas humanas quedan cinceladas en nuestro inconsciente. Buscamos relacionar las figuras que miramos, en primera instancia, con esas formas primigenias. Es por ello que vemos fantasmas en las columnas de humo. La psicología llama a este fenómeno: pareidolia antropomórfica. Pero nuestro cerebro continúa evolucionando y creando interconexiones neuronales tras nuestro nacimiento. Más tarde, nuestros estudios, nuestras aficiones, nuestras profesiones, nuestras experiencias cincelan nuevas imágenes en nuestro inconsciente. Me llamaba mucho la atención que mi esposa encontraba en las nubes, formas de animalitos antes que de rostros y personas. Quiero suponer que se debe a que, en su infancia, ella hojeó mucho un libro de animales que le regaló su padre. Yo llamo a esto: pareidolia experiencial. Cuando primero me mostraron las figuras en la pupila de la Virgen, yo relacioné inmediatamente el grupo que llaman la-familia con la nebulosa de los pilares de la creación. Miré fotografías de astronomía, muchas veces y por mucho tiempo, buscando inspiración mientras escribía mi primera novela.
En alguna ocasión, cuando entregamos las radiografías de mi esposa a su doctora de cabecera, ella solicitó que no le leyéramos la interpretación que había hecho el doctor del laboratorio. Yo pregunté cuál era la razón. Ella dijo: “si mi interpretación es igual que la del doctor del laboratorio, la probabilidad de que el diagnóstico en común sea certero, es mayor. Si mi diagnóstico es diferente, entonces tendremos tres posibles consecuencias. La primera es que el doctor este acertado y yo errada. La segunda es que el doctor este errado y yo acertada. Pero la posibilidad de mayor probabilidad es que ninguno de los dos estemos acertados. Si escucho su diagnóstico antes de hacer el mío seguramente mi criterio será influido.”
Volvamos, entonces, a las imágenes en las pupilas de la Virgen del Ayate. Aceptemos para el siguiente examen que las figuras representan personas y se trata de una escena contemplada por un observador que mira a la Virgen quien mira su entorno. El grupo de la familia parece estar siendo visto desde la posición de la figura predominante del grupo, pero desde un punto más elevado que toda la familia. La figura identificada como el obispo parece estar siendo observada desde un punto apenas por encima de su cabeza, pero a una distancia menor que el grupo de la familia. Necesito forzar un poco mi imaginación para lograr que los puntos de observación de ambas figuras sean el mismo. Me resulta más difícil, sin embargo, admitir que sean la misma perspectiva. La figura del obispo es de mayor tamaño que las figuras de cada uno de los miembros de la familia, pues sólo es visible su cabeza. Ello significaría que el obispo se encuentra más cercano al observador que el grupo de la familia. Entonces la familia estaría a un lado y atrás del obispo mirando hacia un punto diferente al que mira el obispo. Si el cuerpo del obispo estuviera completo seguramente cubriría parte del grupo de la familia. Tal vez, el desgaste del tiempo ha borrado el resto de la silueta del obispo, aunque no borró, de igual forma, a la familia. El grupo de los frailes adolece de los mismos errores de perspectiva, punto de observación, lugar hacia el que miran los personajes y ausencia del resto de la silueta. Objeciones similares encuentro para la esclava y también para el indio con la tilma. Si mis observaciones son pertinentes, entonces la escena no puede ser: lo que la Virgen miraba en el momento de la estampación del Ayate. ¿Es entonces la composición un collage de escenas? ¿Un collage que transmite un mensaje?
Me pareció desalentador que las imágenes de ambas pupilas sean semejantes más no idénticas. Tal vez porque el proceso que se utilizó para pintarlas no fue exactamente el mismo. Tal vez porque el desgaste de la pintura, a través del tiempo, ha dejado escaras de pigmento diferentes. Existe la presunción de que investigadores de universidades estadounidenses determinaron mediante estudio con luces ultravioleta e infrarroja que la imagen del Ayate ha sido retocada en varios sitios. Lo que demostraría que el tiempo ha desgastado la pintura toda aunque no necesariamente de manera uniforme. Ello nos fuerza a incluir, a nuestro examen, la variable tiempo. Entonces debemos preguntarnos si las imágenes en los ojos de la Virgen eran, hace 491 años, figuras iguales o enteramente diferentes a las que observamos ahora. Quizás estaban completas. ¿Serían esas imágenes como queremos interpretarlas en nuestro tiempo o serían completamente diferentes? También debemos preguntarnos si las imágenes serán iguales, dentro de 400 años, a éstas que observamos ahora o habrán cambiado hacia motivos diferentes. A lo largo del milenio que analizáramos, si ello nos fuera posible, muy probablemente observaríamos que el collage se modifica. Tal vez descubriríamos que el mensaje se transforma. Tendríamos entonces que aceptar que el mensaje en los ojos de la Virgen es cambiante y afectado por otras variables. Y seguramente entonces estaríamos obligados a introducir, a nuestro examen, la variable del observador. Es decir: el mensaje cambia no sólo con el tiempo, sino también con quien trata de interpretarlo. Así que, concluyendo, interprétalo como desees, querido lector. El mensaje es tuyo y sólo para ti. Recuerda, además, que la fe, también fortalece al sistema inmunológico.