Cisura interhemisférica
En una sala, crucemos, con nuestra imaginación, conductores eléctricos casi paralelos desde una de las paredes hasta la pared opuesta. Yo imagino tal cableado como el entramado que existe bajo los pisos falsos de los grandes centros de procesamiento de datos. Si ahora hacemos circular corrientes eléctricas a través de tales conductores, obtendremos campos eléctricos y magnéticos manifestándose por toda la sala. Aun cuando detectables y medibles, estas perturbaciones del vacío serán invisibles para nuestros ojos. Si utilizamos mi conceptualización de los globos partícula (léase el cuento de El extraño mundo cuántico) podremos imaginar entonces la sala invadida por burbujas apareciendo y reventando constantemente. Burbujas pequeñas y burbujas grandes, burbujas predominantemente eléctricas y burbujas que lo fueran mayormente magnéticas. Hagamos ahora circular una partícula en la dirección transversal de los conductores. Mi memoria indisciplinada me lleva hasta la escena de la película “Una nueva esperanza” de la saga “La Guerra de las Galaxias” cuando un X-wing se dispone a disparar un torpedo de protones para destruir a la Estrella de la Muerte. La partícula de nuestro experimento sería el X-wing de la película y las paredes y el piso de la sala serían el surco de la estrella que recorre la nave de la Alianza. Volviendo a nuestro experimento imaginario, la partícula responderá a los campos físicos de acuerdo con sus propios atributos de carga eléctrica y momento magnético. Si las corrientes eléctricas a través de los conductores son contantes, seguramente nuestra partícula seguirá una trayectoria más o menos geométrica. Si las corrientes, en cambio, son variables, entonces nuestra partícula describirá, probablemente, una trayectoria del tipo browniano. Si ahora nuestra partícula está compuesta por quarks cuyo momento angular total es cero y su carga eléctrica total también lo es, su trayectoria será inalterada por las burbujas. Y sin embargo, dentro de la partícula, cada quark individualmente se verá atraído o repelido por los campos electromagnéticos. La partícula sufrirá giros sobre sí misma sin cambiar su trayectoria rectilínea. A su salida del lugar, muy probablemente, la partícula tendrá una polarización diferente a la que tenía cuando ingresó a la sala de conductores.
Sabemos ahora que el cuerpo calloso es la interconexión entre los centros especializados de los hemisferios del cerebro. Es un mazo de fibras nerviosas que intercomunica neuronas de un lado al otro del encéfalo, como los conductores de nuestra sala del párrafo anterior. Suponemos que la consciencia surge de la interacción de dos o más centros cerebrales. Conocemos la importancia de este haz nervioso que intercambia mensajes químicos y eléctricos del cerebro; es tanta, que la carencia parcial o total de su funcionalidad representa para el individuo: retraso en los desarrollos intelectual y del lenguaje, coordinación motora deficiente, dificultad para llevar a cabo tareas simultáneas, impedimentos en la interacción social, limitación para el razonamiento complejo, creatividad escasa o inexistente, dificultad en la resolución de problemas, comprensión pobre de la conducta humana, incapacidad para prever las consecuencias del propio comportamiento, entre varias otras discapacidades. Tal vez es por esto que Leonardo Boff lo llama la senda de Dios. Opino que, sin cuerpo calloso, la consciencia está seriamente comprometida.
El mazo de fibras nerviosas salva la división entre los hemisferios del cerebro dejando una cisura por encima de sí. La evolución lo ha determinado así sin que sea clara la razón para ello: quizás nuestro cerebro evolucionó dos hemisferios como redundancia. Esto ocurrió con nuestros dos ojos y nuestros dos oídos. Quizás, después la redundancia se utilizó para una tarea superior. La redundancia ocular desarrolló la visión estereoscópica. La redundancia auditiva desarrolló el equilibrio. Considero que la redundancia de los hemisferios cerebrales desarrolló la consciencia.
El cuerpo calloso deja entonces por encima de sí mismo un surco como aquel de la Estrella de la Muerte en la escena mencionada de la “Guerra de las Galaxias”. Campos electromagnéticos seguramente ocurren en tal espacio. Si un flujo de cuadriones recorre la cisura interhemisférica, seguramente las partículas se polarizarán con aquellos sentimientos, pretensiones y aspiraciones de nuestra mente. Las actividades intelectual y emocional, del cerebro en cuestión, esculpirán el flujo de cuadriones. Si esto es así, si estas suposiciones son acertadas entonces una mente ordenada, educada, disciplinada, podrá modular el chorro de partículas supracuánticas que emergen por el centro de su frente. La cisura intehemisférica del cerebro es, por estos razonamientos, mi mejor candidato para el sumidero de la consciencia (léase el cuento Sumideros).
Es sólo una coincidencia que el tercer ojo en la tradición tibetana sea el órgano que permita a los iniciados prever los acontecimientos por venir. Es también una casualidad que el chakra Ajna en la tradición hinduista se encuentre en el mismo lugar. ¿O… no lo son?