Sumideros
Nadie jamás ha visto un agujero negro y seguramente nadie jamás podrá verlo. Dijeron las noticias en 2019 que los astrónomos habían podido fotografiar el primer agujero negro. Logro conseguido gracias a la participación de 8 radiotelescopios en diversos y distantes puntos del planeta; y gracias también al procesamiento de los datos recopilados para la reconstrucción de la imagen en supercomputadoras de Boston y Alemania. El super-arreglo de radiotelescopios fue llamado Event Horizon Telescope y se sincronizó de manera que todos los instrumentos actuaran como uno solo. La imagen, así obtenida, corresponde al vecindario del agujero negro supermasivo en el centro de la galaxia Messier 87; y no al agujero negro en persona. No es posible observar un objeto que no refleja ni emite luz. Dice la teoría que la fuerza de gravedad es tan intensa en tales entidades que cualquier objeto, incluso los fotones constituyentes de un haz de luz, que se acercara a una distancia menor que su horizonte de eventos, sería deglutido irremediablemente. Tales oscuras entidades se comportan como grandes sumideros de todo objeto imprudente que se aproxime, sea que posea masa o no. A excepción quizás de los gravitones si es que tales partículas existen.
Supongo, si todas mis anteriores suposiciones son acertadas, que las consciencias evolucionadas atraerán hacia sí una mayor cantidad de partículas supracuánticas. Como el arrastre que ejerce un agujero negro hacia su interior por causa de su masa. Supongo que las consciencias evolucionadas podrán emitir hacia sus objetivos, con mayor brío y mayor acierto, haces de las partículas que rigen los desenlaces y modifican la realidad. A diferencia de los agujeros negros, el sumidero de una consciencia no retiene las partículas capturadas. Podemos imaginar entonces que tales consciencias evolucionadas funcionarán colectando partículas para guiarlas hacia su centro como la física relativista nos ha descrito funcionan los agujeros negros. En el vórtice de tales sumideros, por causa de la cercanía de unas con otras, las partículas supracuánticas se polarizarán con la orientación que la consciencia pretenda. Una vez expelidas en haces como saetas, podrán concurrir para alterar los eventos por venir.
Pero, ¿cómo puede una consciencia desarrollarse a sí misma para que sea capaz de influir en su destino, de intervenir sus cadenas de causas y efectos? ¿Cómo podemos cada uno de nosotros lograr que nuestro personal sumidero de partículas supracuánticas se ensanche?
Se me ocurre que quizás pueda conseguirse obedeciendo las siete reglas de Paracelso. En resumen estas reglas proponen: mejorar la salud propia, desterrar del ánimo actitudes negativas, hacer todo el bien posible, olvidar toda ofensa y pensar bien del enemigo, meditar todos los días, guardar silencio sobre los asuntos personales, no temer a hombres ni a porvenires. O tal vez, el desarrollo de la consciencia se consiga mediante la educación de la voluntad y el examen personal que recomienda San Ignacio de Loyola. En resumen este método plantea: Vencerse a uno mismo. Ser hoy mejor que ayer y, mañana, mejor que hoy. Vigilarse constantemente, sólo así se desarrollará la disciplina necesaria para conquistar la voluntad. Hacer del autoexamen una actividad cotidiana y veraz, pues se vale tanto cuanto honesto sea el autoexamen. Quitar cada costumbre dañina con un hábito constructivo. Practicar las virtudes contrarias a los propios defectos. Ejercitar la gimnasia de la voluntad para desarrollar la energía personal.
Aunque creo personalmente que cada consciencia puede encontrar su propio camino.