Semblanza de Ángeles
Engendrada por padre español y madre mexicana vino al mundo en la ciudad de San Luis Potosí dos días antes de la noche de año viejo previa a 1929. Fue bautizada como María de los Ángeles. Nacida en una familia irregular, sus padres no eran matrimonio y no vivían juntos, fue criada por su abuela materna y la hermana de ésta. Pasó los primeros seis años de su vida mimada y educada por dos mujeres mayores. Sus ropitas eran calentadas al sol o en la estufa de la cocina antes de ser vestida. Mas un día, de aciagos recuerdos para la pequeña Ángeles, su madre volvió a San Luis para recuperarla. Doña María de la Luz Aguirre, su progenitora, mujer de trabajo rudo, operaria y líder sindical en fábrica de camisas requería de ayuda para cuidar a Silvia, media hermana de la pequeña Ángeles. Así, Ángeles pasó, en un suspiro, de la princesa de la casa a la niñera en turno doble. A la edad de 7 años ingresó a la escuela primaria, únicos estudios formales en su preparación intelectual. A la edad de 8, aprendió a manejar la máquina de coser y entonces ayudó a su madre con el trabajo a destajo que llevaba a casa. Terminada la primaria, abandonó la escuela para auxiliar con trabajo de tiempo completo a la familia. Eran ahora cinco mujeres las que habitaban el pequeño departamento de la calle de doctor Erazo en la colonia de los Doctores. Su abuela y su tía abuela habían emigrado también a la ciudad de México.
La niña Ángeles fue, durante los cortos seis años de la primaria, una alumna destacada. Ella deploró grandemente le fuera truncada la posibilidad de estudiar. Durante la pubertad, cada vez que discrepaba con su recia madre, ella huía a casa de su padre. Fue así como conoció a Don Higinio Gutiérrez, su progenitor, cantábrico de origen, notorio por la tozudez de su carácter, su bondad, sus raíces españolas y su forma de cocinar. Pasados los arrebatos, volvía siempre a casa de su madre donde era más necesitada. La joven Ángeles, quien siempre dijo que no había mal profesor para un buen alumno, tuvo que convertirse en su propio maestro. Mientras trabajaba como dependiente en una tienda de abarrotes, de forma casi autodidacta, aprendió taquigrafía y mecanografía. Así fue como consiguió empleo como secretaria en el departamento de control escolar del Instituto Politécnico Nacional. Departamento dirigido por el que pronto sería su suegro. En 1948, cuando Ángeles contaba con 19 años, en fiesta de la oficina, Alejandro Cortés, compañero de trabajo e hijo del jefe, le presentó a su medio hermano Ramón. "Me deslumbró su uniforme militar", dijo ella. "Me encantaron los destellos del vestido de espejitos que traía Ángeles", dijo él. Sólo un mes y medio duró el noviazgo. Juntos acudieron al registro civil. Se casaron sin invitados ante el juez de paz. Ninguno contaba con vacaciones así que, tras la boda civil, ambos volvieron a sus respectivos empleos. Ángeles y su marido provenían de familias irregulares por lo que sus votos matrimoniales coincidieron en formar un clan regular: uno con padres, hijos, fidelidad y estructura.
Engendró cinco hijos: 3 mujeres y 2 varones. Cuidó enteramente de la progenie y administró el hogar mientras su marido completaba estudios universitarios. Y a pesar de todo el trabajo que implicaron todos los años de su vida, Ángeles nunca dejó de aprender. Estudió francés, inglés, corte y confección, alta costura, artes manuales, administración doméstica, cocina y alta gastronomía. En tales cursos, siempre fue distinguida por su dedicación y desempeño. Devoró con sus ojos durante su vida alrededor de 3,500 libros de todos los autores, todas las épocas y todos los confines del mundo. Quizás impulsadas por sus ansias de aprendizaje, todas sus hijas alcanzaron posgrados universitarios en investigación de operaciones, psicoanálisis y urbanismo. Sus hijos lograron especializaciones en informática y operaciones comerciales. Cumplió junto a su esposo sus votos matrimoniales. Se mantuvo casada durante 58 años hasta que el cáncer arrebató la vida a Ramón. Ángeles falleció, reposando relajadamente en su cama, cuatro días después del primer equinoccio del año de 2020. Dejó para sus hijos, nietos y bisnietos un legado imperecedero de trabajo, responsabilidad, dedicación, perseverancia, esfuerzo y autocrecimiento.