Segunda solución
Isaac Newton interpuso un prisma a un haz de luz que había permitido se colara entre las cortinas de su oscurecida habitación. Sin sorpresa observó (los romanos ya conocían este fenómeno) que el cristal descomponía la luz en un arcoíris de colores igual a aquel que en ocasiones se dibuja en el cielo. Seguramente, remontado a su infancia, imaginó que las gotas de agua suspendidas en las nubes, antes de caer al suelo, imitaban el efecto del prisma. Comprendió entonces que la luz blanca era una composición de haces de colores y no que el arcoíris fuese un producto de las gotas o los vidrios. Llamó espectro al patrón de dispersión de luz que obtuvo. Fue Joseph von Fraunhofer quien primero miró aquel espectro a través de un microscopio notando que el patrón no era homogéneo. Se veía chimuelo. El patrón se parecía a nuestros actuales códigos de barras. La ciencia no tardó en descubrir que cada elemento químico produce un código diferente y que cada estrella emite un patrón de acuerdo a los elementos que la conforman. Nació así la espectroscopia astronómica.
Si pudiéramos interponer un prisma y un microscopio fantásticos a un haz de cuadriones que hubiese emergido de alguna consciencia y, por supuesto si existen los cuadriones, veríamos un tren uniforme de partículas supracuánticas alternativamente polarizadas en sus cuatro posibles vértices. Ellos viajarían para conectar consciencias y comunicar progresos evolutivos. Cada uno de nuestros esfuerzos en pos de un progreso de la especie humana genera, al menos, un mensaje evolutivo. La evolución podrá de esta forma alcanzar más elevados estadios de la vida; logrando tanto adaptaciones biológicas como actitudes positivas y progresistas. Ninguna probabilidad por infinitesimal que fuera sería imposible de salvar con este proceso. Surgirán así, sin lugar a dudas, seres pensantes capaces de comprender la maravilla de obra que nos rodea.
Si existimos para ensanchar la consciencia, si es nuestra responsabilidad esculpir el determinismo, si estamos aquí para que el universo y el cosmos puedan percatarse de sí mismos, entonces nuestro objetivo y responsabilidad es acrecentar todas las habilidades de nuestro cerebro. Hemos sido creados para potenciar nuestra mente; tanto en las funciones intelectuales como en las emocionales, tanto en las analíticas como en las creativas, tanto en las artísticas como en las científicas, tanto en las tecnológicas como en las espirituales, tanto en las personales como en las comunitarias. Nacimos para buscar ser genios y sabios. Y entonces, si cada esfuerzo de la consciencia en estas tareas genera haces polarizados de las partículas que rigen los desenlaces y modifican la realidad, aquel individuo comprometido con el ensanchamiento de la consciencia brillará en cuadriones como las estrellas lo hacen en fotones. Tales seres, como ha habido ya muchos en la historia, prolongan su presencia en el espacio y el tiempo. Esos seres de consciencia superior, esos modelos de superhombre, continúan su existencia tras su muerte pues sus valores morales y éticos se propagan por todo el universo y todo el cosmos, resonando su eco en la eternidad.