Santos Inocentes
Hoy mi esposa despertó con el recuerdo del 28 de diciembre de un año de su infancia. Mi suegra, mujer alegre y vivaz, solía jugar bromas en la fecha del calendario correspondiente a los Santos Inocentes. Yo disfruté y padecí de sus chanzas, pues presencié y fui blanco en varias ocasiones de las guasas de la madre de mi esposa.
El recuerdo de Guadalupe consiste en que su madre en aquella ocasión aseguró a sus hijos y sobrinos que en la esquina estaban regalando juguetes. Todos corrieron al lugar indicado, incluida la autora de la burla. Debe ser la otra esquina, afirmó Mamalupa cuando no encontraron nada y todos corrieron hacia el nuevo destino. Recorridas las cuatro esquinas de la cuadra volvieron desilusionados y cansados a la casa, para entonces escuchar en la voz de mi suegra la conocida copla: “Inocente palomita que te has dejado engañar; hoy por ser día de tu santo en nadie debes confiar.”
Pero no sólo niños eran víctimas de las puntadas de la madre de mi esposa, también adultos fueron blanco de sus bromas. En un par de ocasiones escuché, castigo a mi candidez, la consabida cantaleta. Lo que me hacía sentir incómodo pues tal resultado mellaba mi preciado escepticismo. No me quedaba más remedio que regalar a Doña Guadalupe de la Barrera de Alba una sonrisa boba de complacencia. Resolví entonces agregar a mi agenda electrónica un recordatorio para la fecha. Recordatorio que me permitió unos años más tarde pretender una jugarreta a mi suegra. Ella no mordió el anzuelo, de inmediato se percató de la fecha y de mis intenciones. Aprendí así que el escepticismo debe estar siempre alerta no sólo el 28 de diciembre o el primero de abril; sino 24 por 7. Noticias en los medios, publicaciones en las redes sociales, conversaciones en los pasillos son todos susceptibles de sospecha. Incluso de los libros y de los documentos impresos, incluso de escritos legales y de papeles científicos debe dudarse. Pero téngase siempre presente que el problema con el escepticismo es que es degenerativo. Comienza uno dudando de lo que otros dicen haber visto u oído y se acaba dudando de los propios sentidos.