Sábanas y nucleótidos
Si un tornado arrancara el techo de una casa y su violencia extrajera todos los objetos de un armario, seguramente entre ellos sería arrastrada alguna sábana. Nuestro lienzo de tela giraría en el remolino mientras el remolino girara. Con un poco de suerte nada desgarraría al lienzo. Cuando el arrebato de la tormenta cesará, nuestra sábana volvería de los cielos a los escombros en la tierra para colocarse grácilmente sobre algún otro objeto. ¿Cuál es la probabilidad de que nuestra tela suave, maleable y rectangular se posara sobre una cama y lo hiciera en la posición en que normalmente lo tiende una persona? Ínfimamente pequeña, estará de acuerdo conmigo el lector. ¿Cuál es la probabilidad de que arrojando hacia una cama una sábana, ésta caiga tendida en la posición correcta? También insignificantemente pequeña.
La secuencia de nucleótidos en una cadena de ADN contiene las instrucciones que permiten replicar las características de una célula hacia su progenie. ¿Cuál es la probabilidad de que los millones de tales nucleótidos se organicen para lograr tal resultado? Igualmente infinitesimalmente pequeña. Considero que ni siquiera miles de millones de años y tampoco trillones de cadenas de ácido flotando en los océanos primigenios lograrían tal efecto sólo por azar. Hace falta un componente en el escenario. Es necesario que intervenga una mano divina para organizar este trabacerebros. Sí, Dios es quien lo hace; pero... ¿cómo lo hace?
Suelo tender la cama todas las mañanas, mientras mi esposa prepara el desayuno. La idea de la sábana cayendo guiada sólo por las leyes universales surgió de esta actividad. Con repetidos intentos conseguí algunos buenos lanzamientos de la sábana sobre la cama. La insistencia convertida en obcecación a lo largo de veinte años, o lapso así, casi han logrado mi propósito. El video muestra uno de tantos intentos. La fotografía enseña mi mejor resultado. Con cada nuevo lanzamiento, yo intento encontrar maneras para hacer mi trabajo más ágil y a la vez procuro en mi cabeza relacionar los experimentos. Las similitudes y diferencias entre ambos ejercicios, me aporrean con insistencia. Me refiero a lanzar la sábana hacia mi cama y caer la sábana desde el cielo sin intervención humana. Es y no es el mismo experimento. Son y no son resultados comparables. Existe entre ambos ensayos un factor que crea la enorme diferencia. Ese factor soy yo, por supuesto.
Habitamos, considero, un universo determinista; sólo la consciencia puede alterar la realidad. En el caso de los nucleótidos, tendrá que ser la consciencia quien comunique los progresos en un sitio hacia el resto de los lugares con similar estado de desarrollo.
Seguramente reclamará el lector que es mi presencia la que consigue el resultado de la sábana y que no hay punto de comparación entre mis intentos y la caída de la tela sin intervención. Pero ese es exactamente mi punto. Mi intervención ha reducido el número de variables que participan en el experimento. Es el ejercicio de mi consciencia la que ha logrado colocar la sábana sobre la cama casi en la posición requerida. Opino que, de igual manera, debe ser la consciencia la que ha construido las escaleras de ácido desoxirribonucleico en los núcleos de las células; la consciencia comunicada a través de pentiones. Los primeros peldaños en la cadena, tal vez, ocurrieron en otro planeta goldilock del universo. Su experiencia se transportó hacia nuestro planeta y otros lugares de las galaxias gracias a que los pentiones pueden desaparecer de un sitio y aparecer en lugar remoto del mismo universo o de un universo vecino en un instante. Ellos acarrean la información para lograr la evolución progresiva. Y es así como mi universo queda redondo. Somos una insignificancia dentro de una insignificancia, pero grandemente importantes por constituir parte de la consciencia del todo.