Rompecabezas o el relojero inescrupuloso
Armar un rompecabezas es una actividad lúdica muy entretenida. Cuando mis hijos fueron niños, compartimos, ellos, mi esposa y yo, muchas horas ensamblando juegos de mil y más piezas. Es un pasatiempo que desarrolla, tanto en niños y jóvenes como en adultos, habilidades como la atención, la concentración, la observación, la memoria visual, la percepción geométrica, la perseverancia, la convivencia y la unión familiar.
Es necesario ser paciente pues han de ensayarse muchas piezas antes de encontrar la correcta. No funciona colocar una pieza si no encaja su perfil geométrico con las otras, si no empata sus colores con las vecinas, si no ajustan los motivos gráficos con las contiguas. Así que retener en la memoria los atributos de una posible candidata para mentalmente buscar empatarlos con el hueco y determinar si es la pieza correcta, en lugar de tratar de embonarla en el lugar, ahorra tiempo. Los colores, el motivo, el perfil, eran las características por los que solíamos clasificar las piezas para reducir el tiempo de búsqueda. Una gran satisfacción nos invadía cuando aparecía una pieza que habíamos buscado por largo rato. Otra, igual de grande, cuando admirábamos los paisajes cobrando forma. Con frecuencia, tardaba tanto nuestro entretenimiento que debíamos interrumpir la tarea para continuar con la vida. Los botes con las piezas clasificadas y la caja o la mesa con las secciones armadas debían arrinconarse en algún lugar de la casa donde no entorpecieran las actividades cotidianas.
En alguna ocasión terminamos nuestro armado para descubrir que faltaba una pieza. Después de buscarla afanosa e infructuosamente convenimos en que debía ser fabricada. En un pedazo de cartón del ancho apropiado dibujamos el perfil y recortamos. Afinamos los bordes con una navaja y sumo cuidado. Dibujamos sus motivos extendiendo los contornos de las piezas aledañas y coloreamos tan parecido como nos permitieron las pinturas. Colocamos en su posición la pieza acuñada. El elemento resaltaba inmediatamente del resto y se veía claramente burdo, pero al menos el paisaje quedó completo.
La cosmología que he esbozado en estos cuentos, está formada por varios componentes como las piezas de un rompecabezas. Pero a diferencia de los juegos ensamblables de la infancia de mis hijos, en mi cosmología todos los elementos han sido ajustados para encajar con los otros. He echado mano de una navaja imaginaria y muy personal para recortar los bordes. No todas las ideas son mías; de hecho, la mayoría son ideas prestadas.
La idea del eterno retorno, por ejemplo, es del filósofo alemán Friedrich Nietzsche. Entiendo, que a su vez, él la tomó de filosofías orientales. Mi yerno, Fernando León Rodríguez, dice que todas las historias ya han sido contadas, el truco radica en contarlas diferente. La idea de los múltiples universos en un cosmos océano es de Aleksandr Vilenkin, físico ucraniano, quien imaginó universos emergentes como burbujas en una botella de champú. La idea de un cosmos dual donde coexisten un mundos-malus y una creatio-bona surge de las creencias cátaras. La idea de cielo e infierno, proviene de la religión católica. La idea de aplicar a toda información un detrimento de sospecha, una valuación de utilidad y un juicio de bondad proviene del triple filtro de Sócrates. De Roger Penrose, físico inglés, tomé prestadas las ideas sobre los ciclos del tiempo y también sobre la consciencia. De Richard Tolman, químico estadounidense, obtuve la idea de los eones elongados. De Aleksandr Fridman, matemático ruso, adopté la idea del universo oscilante. La idea de incluir en mi cosmología principios morales y éticos procede de mi padre, físico e ingeniero, Ramón Cortés Barrios. Varias otras ideas, que ahora no recuerdo, forman parte también de este rompecabezas cosmológico. Contemplándolo me siento como un relojero inescrupuloso que ha construido un mecanismo con engranes tomados de su caja de refacciones recicladas.
¿Pudo el rompecabezas haber sido armado de otra manera? Sí, por supuesto. ¿Pudieron otros componentes haber formado parte del trabajo? Ciertamente. Es por ello que me siento predispuesto para cambiar las piezas por otras diferentes cuando mejores aparezcan. Mi cosmología es un cuento, tan bueno como cualquier otro.