Ramón, tu nacimiento en 500 palabras
Cuando tu nacimiento estaba próximo, acordé con mamá que si eras niño, yo escogería el nombre, pero si resultabas niña lo haría ella. Yo deseaba continuar la tradición de mi familia. Los hijos primogénitos varones debían llamarse Ramón. Tú te llamas Ramón porque yo, mi padre y mi abuelo nos llamamos así. Mi tía abuela Beatriz, hermana de mi abuelo, aseguraba que también mi tatarabuelo y su padre se llamaron Ramón Cortés. Aunque esta información no la he corroborado. En el tiempo de tu nacimiento no existían los ultrasonidos así que mamá y yo debimos esperar para saber si te llamarías Andrea, como proponía mamá, o Ramón, como quería yo. Ocurrió el martes 19 de septiembre que fui al trabajo como de costumbre, mientras mamá quedó en casa cuidando de Fer. Mamá me contó que se sintió extraña; así que manejó a casa de mamalupa para encargarle a su hija mientras pasaba al consultorio del doctor Stefanovich para una revisión, que ella consideró, de rutina. "Otra vez, niña, ya vienes con siete centímetros de dilatación", exclamó el doctor. Mamá tiene un umbral alto al dolor, no se había percatado que estabas a punto de nacer. "Vámonos ahora mismo al hospital", ordenó el doctor, luego preguntó si mamá traía coche, pues él había prestado el suyo. Llegaron al estacionamiento del consultorio. El doctor explicó que él no manejaba Volkswagen. "Yo puedo manejar, doctor, no hay problema", aseguró mamá. Todo el viaje hasta el hospital el doctor miraba a mamá con asombro: ella manejaba como si no estuviera a punto de dar a luz. Mientras esto ocurría, yo atendía una avería de una computadora PDP1140 en Sicartsa, empresa siderúrgica que tenía sus oficinas en la colonia Roma Norte. Había concluido la reparación y estaba llenando el reporte de actividad cuando me informaron que me llamaban de Digital. Contesté. La secretaria de servicio me comunicó que mamá había avisado que iba rumbo al hospital inglés y que yo debía dejar la avería, otro ingeniero se encargaría de terminar. "No es necesario," informé a la secretaria, "ya estoy terminando de llenar el reporte; sólo necesito avisar al cliente y me dirigiré al hospital." Así lo hice. Cuando llegué, la dula me invitó a pasar a la sala de exploración, mamá se sentía angustiada. "¿Verdad que el bebé viene bien?" Me preguntó con cara de desconsuelo. Durante el embarazo, mamá había estado en contacto con enfermos de varicela y temía por tu bienestar. "¿Verdad que el bebé está completo?" Yo no sabía la respuesta, pero mentir en aquel momento no me pareció un conflicto moral. "Sí, el bebé viene bien, no te preocupes", respondí sin dudar y la tomé de la mano. Una hora más tarde, alrededor de las siete de la noche, naciste. Tres circulares umbilicales envolviendo tu cuello te impedían respirar, pero naciste completo. Mamá se encargó de revisarte cuando te trajeron a visitarla la primera vez. Por cierto que yo había pronosticado que nacerías el 20 de septiembre; naciste un día antes.