Las plagas de Egipto
El antiguo testamento hebreo relata una serie de calamidades que se abatieron sobre el pueblo egipcio en tiempos del faraón Ramsés II, hace 3200 años; o quizás antes, en el reinado de Akenatón, hace 3300 años; o tal vez incluso antes, hace 3500 años. Diez plagas se sucedieron, según el relato, para incitar al faraón a liberar al pueblo judío. Ranas, piojos, langostas y saltamontes, agua convertida en sangre, moscas, peste en el ganado, pústulas en los pobladores, tormentas de fuego y granizo, oscuridad prolongada y muerte de primogénitos lograron finalmente el objetivo del profeta Moisés. El pueblo judío consiguió su libertad.
Recientes investigaciones realizadas en Egipto por biólogos y paleoclimatólogos han descubierto vestigios de un cataclismo que pueden explicar tales eventos de una manera más científica y menos teológica. El análisis de las estalagmitas en cuevas de la zona y estudios de los elementos radioactivos contenidos en rocas de la región relatan las consecuencias sufridas por los pobladores de Egipto por la violenta erupción del Thera en la isla Santorini en el Mediterráneo. Esta erupción volcánica, se sabe, ocurrió en fecha cercana a las fechas mencionadas. Las pesquisas científicas descubrieron el alcance de tal conmoción geológica. Las violentas emanaciones de gas y lava pueden muy bien explicar las lluvias de fuego y granizo y la oscuridad prolongada que presenciaron los testigos. El cataclismo, de proporciones continentales, produjo un cambio drástico en el clima que pasó de húmedo y favorable a seco y hostil en un lapso muy breve; pueden también explicar, indirectamente, la ausencia de lluvias y bajos niveles de agua en el Nilo. La proliferación del alga tóxica oscillatoria rubescens, que cuando muere tiñe de rojo el agua, es una consecuencia factible. Beber agua contaminada pudo producir enfermedades en el ganado, en los pobladores y en los animales de la región. La consecuencia razonable sería un total descontrol de las cadenas alimentarias de los ecosistemas de la región. Plagas de animales, insectos y microbios habrían sucedido. Las epidemias entre los pobladores no serían ocurrencia fortuita.
Cuando el vuelo de un avión cruza zonas de densidad atmosférica diferentes, remolinos de viento, ráfagas intensas y corrientes encontradas de aire entre varios otros motivos, producen que las alas y el fuselaje todo vibre perceptiblemente; muchos lo hemos experimentado. Algunos, incluso, llegamos a sentir miedo. Los pilotos e ingenieros aeronáuticos las llaman turbulencias y las clasifican de acuerdo a su intensidad. Los grados de turbulencia van del 1 al 6. Los aviones están diseñados y construidos para resistir un grado 6, aunque los pilotos prefieren evitar cualquier turbulencia superior a 2 para comodidad de los pasajeros. En ocasiones, sin embargo, por causa de la ruta y del tamaño de la zona de turbulencia, no es posible esquivar los efectos de estas perturbaciones.
Cuando los cuadriones no relacionan realidad con consciencia y los pentiones no transmiten mensajes evolutivos, cuando poblaciones de ambas partículas supracuánticas flotan displicentes en el espacio, supongo que no adquieren polarización específica. Ellos sólo flotarán orientados probabilísticamente creando zonas diferentes como las zonas de densidad atmosférica que un avión cruza. Existirán zonas, entonces, favorables a la consciencia así como zonas desfavorables. Habrá zonas indiferentes y zonas contradictorias y también zonas sin polarización particular. Probablemente estás últimas serán las más comunes. Habrá zonas muy extensas y otras muy estrechas. Quizás también existirán zonas muy pobladas de partículas supracuánticas y zonas poco pobladas. En su viaje alrededor de la Vía Láctea, el sistema planetario cruzará tales zonas. Si es así, tal vez el sistema planetario cruzó una zona desfavorable para la consciencia en tiempos de Moisés y los faraones egipcios. Oportunidad bien aprovechada por el pueblo judío. Y tal vez, también ahora, el sistema planetario cruza una zona similar.