Oportunidad
Cuando estamos tranquilamente esperando en la parada del autobús, no nos encontramos realmente inmóviles. Estamos moviéndonos junto con la Tierra alrededor del Sol viajando a más de 105 mil kilómetros por hora. Esto siempre que sea de día, pues si es de noche lo haremos a casi 109 mil kilómetros por hora. (La Tierra tiene el mismo sentido de giro de rotación que de traslación; lo que significa que los componentes tangenciales a la órbita de la Tierra de las velocidades de rotación y traslación se suman durante la noche y se restan durante el día.) Estamos también moviéndonos, junto con el Sol, alrededor de la galaxia con una velocidad de 850 mil kilómetros por hora. Y desde el punto de vista de la galaxia Andrómeda, nos movemos en su dirección a 1 millón de kilómetros por hora.
Sabemos, científicamente desde hace un par de siglos aunque intuitivamente desde tiempo anterior, que las partículas físicas constituyentes de la materia se encuentran en constante movimiento. Se mueven a lo largo, ancho y alto del espacio. Se desplazan conducidas por campos generados por otras partículas.
Si las poblaciones de cuadriones que flotan displicentes en el espacio presentan igualmente movimiento constante, es lógico pensar que se formen corrientes y vaivenes como los que presenta el viento y como aquellos de los océanos. Y entonces, si las partículas supracuánticas cruzan en oleada el vórtice de una consciencia a gran velocidad, se polarizarán con las partículas residentes y se concentrarán en haces. Los haces, así polarizados, arrastrarán las partículas absorbidas por el sumidero de nuestra consciencia y posiblemente sus trayectorias serán torcidas hacia los eventos imaginados con verdadero anhelo. Se dirigirán, quizás, al espacio-tiempo de los desenlaces por venir y con gran probabilidad conseguirán influir en ellos. De la forma como ocurre el cambio de patrón en el experimento de Louis de Broglie. Lo imagino como los televisores de tubos catódicos que generaban por calentamiento una nube de electrones dentro del cañón del cinescopio para posteriormente acelerarlos y dirigirlos, mediante bobinas deflectoras, hacia un punto preciso de la pantalla del cinescopio. Los ciclotrones de investigación de las partículas físicas en los laboratorios universitarios operan bajo estos mismos principios. Crean proyectiles eléctricos y los guían mediante campos electromagnéticos.
Si rezamos como hacen las personas místicas, si visualizamos como practican los atletas, si atraemos abundancia como recomiendan los partidarios de la ley de la atracción, si creemos con fervor en la cartomancia y la astrología, estaremos polarizando cuadriones. Lograremos nuestros objetivos en la medida en que nuestra consciencia esté menor o mayormente desarrollada. Así que, ahora que cruzamos una zona como aquella de Moisés y los faraones egipcios, tenemos la mejor oportunidad para modificar el porvenir y lograr nuestras aspiraciones más sinceras y deseadas. Sólo requerimos ensanchar nuestras consciencias.