La misma sopa
Consciencia e inteligencia no son la misma sopa aunque provengan de la misma cacerola.
Inteligente es un simio que introduce una ramilla en un nido de hormigas para extraerlas y alimentarse. Consciente es un profesor que apoya e impulsa a su pupilo para lograr la beca que él no obtuvo. Inteligente es un águila que desciende sigilosa y veloz para robar de un lobo su presa. Consciente es un perro que, arriesgando su propia integridad, permanece en medio del arroyo de autos, al lado de su congénere herido, para fungir como baliza y escudo. Inteligente es una persona que puede encontrar entre muchas posibilidades aquella que resuelve el embrollo. Consciente es un ser capaz de prever las posibles consecuencias de sus acciones y dominarse para no realizarlas si ellas no son benévolas, útiles y benéficas; o emprender los esfuerzos, a pesar de los obstáculos, si ellas sí lo son. Inteligente es un hombre de finanzas que urde un esquema para beneficiar o estafar a sus clientes. Consciente es un bombero que venciendo sus propios temores y limitaciones encuentra el modo para rescatar a una niña del peligro de las llamas. Inteligente es un político que con lenguaje astuto y demagógico convence a los votantes y se consigue electo. Consciente es un asesor académico que arriesgando su reputación y su próximo ascenso escolar defiende ante el concejo de maestros a un grupo de alumnos.
Autores como Daniel Goleman opinan que la inteligencia analítica que los test psicológicos de coeficiente, han estado midiendo, excluyen otras varias habilidades que poseemos. Goleman las llama inteligencia emocional y la define como el conjunto de capacidades para reconocer las propias emociones y las ajenas. Así como también las capacidades para reaccionar apropiadamente en respuesta a ellas. Concluyen, estos autores, que la inteligencia emocional son el conjunto de habilidades que nos permiten adaptar a los cambios del entorno, sean éstos sociales o ambientales. Estos estudiosos de la psicología consideran que es tan importante, para lograr el éxito y la felicidad, saber hacer las cosas como poder hacer las cosas. Ensalzan en sus ensayos habilidades como la perseverancia y la resiliencia.
Todos estos conceptos son similares a los planteados en mi cuento Modelo de la consciencia. En tal cuento expreso mi idea sobre que el discernimiento humano, al que llamamos consciencia, es un enjambre de varias diferentes habilidades de la mente; quizás alojadas en centros cerebrales específicos, quizás distribuidas por toda la malla neuronal de nuestro cerebro y nuestro cuerpo pero interconectadas creando centros virtuales especializados.
Entonces, según estas concepciones, inteligencia es la capacidad de idear un camino para lograr un objetivo, para encontrar la solución a un problema sin prestar atención a otras particularidades del entorno y de los efectos posteriores que la posible solución acarreará; mientras consciencia es la capacidad de entender el entorno y sus delicadas peculiaridades y actuar del modo correcto. Inteligencia es comer del árbol prohibido para obtener ideas brillantes. Consciencia es la iluminación divina capaz de determinar cuáles de tales ideas brillantes es prudente y aconsejable poner en práctica. Consciencia e inteligencia no son la misma sopa aunque provengan de la misma cacerola. La inteligencia deslumbra, la consciencia enamora.
Inteligentes, pronto las computadoras llegarán a serlo; conscientes, las personas, quizás algún día.