Estación espacial internacional
Aprovechando que Ramón, mi hijo, gozaría de vacaciones, mi esposa propuso realizar visita a Rancho Santa Elena. Una propiedad dedicada al campismo, senderismo y ciclismo a pocos minutos de Tulancingo en Hidalgo. Sólo estaríamos dos noches para descansar de la televisión, el ruido de la ciudad y la rutina del encierro. Considero que es importante no exacerbar el miedo al microbio de la pandemia, pero también, no pecar de imprudencia. Satisfechas mis inquietudes sobre las medidas de sanidad del lugar, acepté y propuse entonces que lleváramos con nosotros el telescopio para aprovechar que estaríamos alejados de la contaminación lumínica de las ciudades.
Uno de los escenarios donde se desarrolla la siguiente novela que está cocinándose en mi cabeza, es la estación espacial internacional. (Así es, volveré a temas de ciencia ficción.) He leído que la estación espacial es visible a simple vista y que para poder disfrutar del espectáculo de su paso, sólo se requiere estar en el lugar preciso a la hora oportuna y mirar en la dirección correcta del cielo. Me di a la tarea de investigar la forma para determinar si la estación espacial cruzaría los cielos sobre esta región de México y sería visible en el tiempo de nuestra estancia. Descubrí, complacido, que el procedimiento es mucho más sencillo de lo que pude imaginar. Sólo es necesario consultar el sitio web de la Nasa: https://spotthestation.nasa.gov. Escribir el nombre de la ciudad importante más cercana al punto de observación. Yo escribí: Tulancingo, Hidalgo. Hacer clic en el globo localizador del mapa más próximo; en mi caso resultó ser la Ciudad de México. Accionar la liga: View sighting opportunities dentro del globo en el mapa. La tabla resultante indica la fecha, la hora, la duración en que será visible, y los puntos cardinales por donde aparecerá y desaparecerá la estación espacial. La casualidad jugó en mi favor, pues la estación espacial sería visible ambos días de nuestra estancia: el día miércoles, a las 5:38 de la mañana durante 3 minutos y el día jueves, a las 6:26 durante 4 minutos. De rebote, mi investigación también descubrió que la lluvia de meteoritos conocida como las Líridas podría contemplarse en las mismas fechas.
Llegamos al rancho el martes 20 de abril a mediodía. Nos registramos y dejamos nuestros equipajes en la cabaña rentada; luego preparamos en la cocineta nuestra comida. A las seis de la tarde, sacamos del automóvil el telescopio. Mis dudas se disiparon sobre si conseguiríamos ensamblar el telescopio sin las instrucciones que olvidamos llevar. Aún había luz del Sol cuando estuvimos listos para escudriñar el cielo. Miramos, mientras oscurecía, los cráteres de la Luna. Llegó la noche, pero no conseguimos contemplar las Líridas; la intensa luz de la Luna en cuarto creciente y las nubes en la dirección de la constelación de la Lyra lo impidieron. (Así es la astronomía de aficionados.) Tuvimos que conformarnos con mirar varias estrellas, entre ellas: Sirio, Betelgeuse y el cinturón de Orión. Después volvimos a mirar los cráteres de la Luna. Tras varios intentos obtuvimos con el teléfono celular una fotografía aceptable.
El jueves 22 de abril, me levanté muy temprano para esperar el paso de la estación espacial internacional. Después de esperar 40 minutos mirando por la ventana de la cabaña, salí al frío del ambiente. No se hizo esperar, a las 6:26 en punto, tal como pronosticaba el sitio web de la Nasa, apareció por el oeste. Utilicé los binoculares para mirarla, aunque es visible a simple vista. Es tan brillante que, si las nubes lo permiten, puede verse, incluso, desde nuestra Ciudad de México. Parecía un avión, pero no lo era. A velocidad que no me habría permitido ubicarla con el telescopio, cruzó en arco hasta desaparecer por el nornoreste.