Epílogo de la segunda colección de cuentos
Varios cuentos de esta colección mencionan la fuerza exégira. Quizás el lector se pregunte: si tal fuerza existe, entonces ¿por qué las estrellas alrededor de Sagitario A*, la fuente de ondas de radio considerada nuestro centro galáctico, no han sido expulsadas de sus órbitas o por lo menos dibujado trayectorias elípticas deformadas? Debo admitir que yo me hago la misma pregunta. Tal vez, Sagitario A* es un agujero negro menor y no el agujero supermasivo que se supone constituye el centro de la Vía Láctea. Tal vez, todo el conglomerado, estudiado por los astrónomos, es un sistema estelar girando en órbitas Lissajous alrededor de un punto de Lagrange. En 2014 el objeto identificado como G2, presumiblemente una nube de gas y polvo, sobrevivió al paso cercano del centro de este sistema sin ser destruido como había sido pronosticado por la ciencia. Otros objetos similares a G2 también han sobrevivido a recorridos próximo del supuesto centro de la galaxia. ¿Es, tal vez, que éste no es el centro de nuestra Vía Láctea; o es, quizás, que después de todo, la fuerza exégira no existe? La inminente puesta en operación del telescopio espacial James Webb conseguirá aportar más evidencias a esta incógnita.
Varios otros cuentos de la recopilación han versado sobre el ayuno y la salud. Para aquellos lectores que se hayan preguntado si he continuado con tales esfuerzos, la respuesta es afirmativa. Ya no realizo ayunos mayores a tres alimentos; pretendo ahora realizar abstinencias alimentarias, pero sólo una vez cada mes o dos del año. También he proseguido con las terapias autoimpuestas de masajes linfáticos. Los nudos que había en mi cuello han desaparecido completamente, así que he dejado de utilizar el rodillo de mi suegra. Ya no padezco punzadas en la nuca; pero los malestares, aunque menos agudos, pasaron a la espalda media. Guadalupe me obsequió un masajeador de percusión. Con él he continuado desvaneciendo lo que supongo son masas linfáticas que obstruyen el natural drenaje ganglionar del cuerpo. Las contracturas lumbares han vuelto a presentarse; aunque mucho menos intensas y mucho menos frecuentes. No me consternan, pues sé que están relacionadas con los masajes que ahora me aplico. Padecía neuralgias cuando desvanecía con energía los nudos en mi cuello, ahora padezco estas nuevas contracturas cuando hago lo mismo con las obstrucciones de la espalda.
Aquel lector que haya leído también mi primera colección de cuentos, tal vez, se preguntará si continúo aún con la afición de coleccionar casualidades. Habré de contestar que sí continúo. Seguramente el lector detectó en el cuento número 10 titulado “Ayuno, ensayo de 32 horas” la casualidad de que los temblores del 19 de septiembre de 1985 y del 19 de septiembre de 2017 ocurrieron en el cumpleaños de mi hijo que es también el cumpleaños de mi suegro. Y en el mismo cuento, quizás detectó, el lector, la casualidad que me sucedió soñando, unas horas antes del devastador terremoto, un bamboleo en un barco que me atemorizaba.
Mi hermana Laura pretendió introducirme a las disciplinas del Mindfulness y la meditación Zen para alcanzar los beneficios del recogimiento y la introspección. No consiguió su empeño y en parte fue porque nunca logré poner la mente en blanco. Este es mi razonamiento: la meditación budista fuerza un estado pasivo de la mente. Considero que por este medio está consiguiendo romper las cadenas de causas y efectos del determinismo evitando que reaccionemos como máquinas autómatas. La meditación logra así convertirse en entrada a la consciencia humana al apaciguar nuestras reacciones intrínsecas. En los cuentos, yo recomiendo tomar las riendas y domar las reacciones propias. Llevo mucho tiempo realizando tal iniciativa. Si dos métodos obtienen el mismo resultado, entonces habrá de preferirse aquel que se conozca mejor o aquel con el que uno se sienta más identificado.
Y como conclusión final propongo la siguiente: Somos, los seres pensantes, las únicas entidades en el universo capaces de contravenir al determinismo. Lo que no significa que todos estemos lográndolo. La mayoría somos elefantes reacios a cortarnos la trompa de las reacciones irreflexivas. Y es la consciencia la única herramienta que nos permite convocar a Afrodita para apartarnos del actuar como sacos de átomos.