Encuentro con un nuevo virus
Dos semanas antes del final de 2019, cuando ya había sido detectado el peligro de una pandemia pero aún ninguna medida entraba en vigor, nos encontrábamos, mi esposa, mi hijo, mi nieto y yo, paseando por la antigua y señorial ciudad de Lisboa. Mi esposa, deseosa de conocer el santuario de Fatima, propuso adquirir una excursión guiada al sitio. Adquirimos un paseo de un día con visita a las ciudades de Fatima, Batalha, Nazaré y Óbidos. Muy temprano, una mañana soleada aunque fría, una joven portuguesa pasó a recogernos al hotel. Llegamos a Fatima y visitamos el santuario. Luego en Batalha conocimos el monasterio y el fragmento de la historia por el cual la ciudad recibe su nombre. La guía comenzó a estornudar y a limpiar constantemente su nariz. En Nazaré almorzamos y pudimos presenciar algunas de las olas que hacen famoso este lugar entre los surfistas. Nuestra guía permaneció en el auto, pues dijo sentirse cansada, mientras nosotros cuatro paseamos por las medievales calles empedradas de la amurallada ciudad de Óbidos. Cuando volvíamos a Lisboa, se declararon abiertamente los síntomas de nuestra guía. Ella se disculpó platicándonos que un par de días antes había guiado a un grupo de turistas chinos que mostraban signos de resfriado. “Seguramente te contagiaste de ellos”, expresó mi esposa. Nos dejó a algunas calles del hotel. El tráfico estaba lento en la zona y Guadalupe, viendo el deterioro de la salud de la joven portuguesa, le dijo: “si yo fuera tu madre te ordenaría ir ahora mismo a la cama a descansar; así que déjanos aquí”. En Madrid, un par de días después, mi hijo y mi nieto cayeron enfermos de gripe. Ramón reportó dolor intenso en la espalda; mi nieto, cansancio extremo y dolor en las coyunturas. Ambos permanecieron en cama: mi hijo alrededor de tres días, mi nieto, casi una semana. “Qué virus tan pesado”, expresó Guadalupe. Seis meses después, inmersos en plena pandemia, Guadalupe y yo nos preguntamos si aquel virus fue o no sars-cov-2. Jamás lo sabremos a ciencia cierta.
Sea o no que aquel encuentro fuese con el temido coronavirus, el H1N1 de la influenza, mutación de alguno de ellos o sólo un virus “pesado”, creo que es momento de dar la bienvenida a las gripes del siglo XXI. En el caso del coronavirus, las vacunas ya están aquí, pero dudo mucho que sean las sustancias mágicas que nos rescatarán a todos de la enfermedad. Los virus mutan constantemente. Considero que somos nosotros y sólo nosotros quienes venceremos a nuestros adversarios microscópicos. Somos nosotros y sólo nosotros, individualmente. Nuestros aliados serán el ejercicio moderado, la alimentación sana y mesurada, los procederes sin excesos, las medidas sociales sanitarias y los comportamientos prudentes. Deberemos aplicar conscientemente lo que nuestros ancestros han hecho en el pasado sin percatarse: entrenar a nuestro sistema inmunológico. Deberemos exponernos prudente y progresivamente a nuestros invisibles enemigos. Tómese éste como el consejo de un Doktor Schnabel von Rom.