Cubrebocas sí, cubrebocas no
Los virus son gérmenes microscópicos. La trama más apretada de los filtros más sofisticados que utilicemos para cubrir nuestra nariz y boca no es capaz de bloquearlos en su totalidad. Si tosemos, hablamos o respiramos los gérmenes que emitamos quedarán atrapados por tales filtros y nuestra respiración probabilísticamente los empujará hacia las siguientes capas del tejido hasta eventualmente expulsarlos lejos de nuestra cara o inhalarlos hacia nuestro interior. Entonces, ¿por qué usar cubrebocas?
Para responder está cuestión, hagámonos antes otras preguntas que quizás seamos capaces de responder. ¿Por qué una persona enferma, en unas ocasiones, contagia a sus cohabitantes y, en otras, no los contagia? ¿Por qué regresa de la escuela enfermo de gripe uno de los hijos y transmite la enfermedad sólo a algunos de sus hermanos? ¿Qué sucede con el contagio, por qué no obedece reglas más sencillas?
Cuando un germen se cuela a nuestro organismo. Un elaborado sistema inmunológico entra en acción. Los linfocitos T de nuestra sangre procurarán inmovilizar al invasor. Los fagocitos buscarán devorarlo. Los linfocitos B desarrollarán proteínas especializadas, llamadas anticuerpos, para localizar y neutralizar a los invasores. Un germen solo, no es desafío alguno para nuestro cuerpo. Han de ser muchos gérmenes los que penetren nuestra colonia de células para que la batalla pudiera poner en riesgo nuestra salud. Mas, ¿cuántos gérmenes se requieren para batir a nuestros ejércitos?
Nuestra sangre contiene alrededor de 20 mil millones de linfocitos de todos los tipos más o menos. La cantidad exacta depende de nuestra edad, nuestro volumen corpóreo, nuestra condición de salud, nuestra herencia y muchos otros factores. Pero no se requieren 20 mil millones de gérmenes para batir a nuestro sistema inmunológico. Una cantidad menor podría hacerlo. Resulta que los 20 mil millones se encuentran repartidos en toda nuestra anatomía que abarca un volumen de aproximadamente 65 millones de milímetros cúbicos. Otra vez, la cantidad exacta para cada uno de nosotros depende de nuestra altura, nuestro grosor y otros factores. Imaginemos, para simplificar la exposición, que los linfocitos están repartidos de manera equidistante. Resulta entonces que alrededor de 300 linfocitos patrullan cada milímetro cúbico de nuestro cuerpo. Una cantidad equivalente o superior de gérmenes podría ganar la primera batalla, reproducirse y conquistar nuestra salud. Es decir, todo se reduce a densidad de enemigos, a cantidad de microbios por milímetro cúbico.
Todos recibiremos, o hemos recibido ya, virus del temido Covid-19. Pero no todos lo hemos recibido en densidad igual o mayor a 300 gérmenes por milímetro cúbico. Eso es gracias a muchos factores. Mencionaré sólo los que considero más relevantes. Uno: el emisor trae puesto un cubrebocas, retrasando y reduciendo la cantidad de gérmenes que emite por segundo y por milímetro cúbico. Dos: el receptor trae puesto un cubrebocas, retrasando y reduciendo la cantidad de gérmenes que recibe por segundo y por milímetro cúbico. Tres: la distancia entre los sujetos es grande, permitiendo que los gérmenes se esparzan por la ley cuadrática inversa disminuyendo su densidad.
Usemos cubrebocas, si son de tela, lavémoslo o descartémoslo regularmente. Reduciremos así la densidad de virus que expulsamos al entorno e inhalamos de él. Quienes no lo hacen es sólo porque no han leído este cuento.