La carrera de los millones
La situación actual en todo el mundo es peculiar en grado superlativo. Las personas nos encontramos recluidas parcial o totalmente dependiendo de las medidas oficiales dictadas en cada lugar y la personal percepción del riesgo. La economía familiar se encuentra constreñida por el confinamiento. Las economías de cada país y del mundo entero están igualmente atribuladas. La incertidumbre campea en las personas, en las empresas y en las naciones provocando desavenencias y conflictos que no existían antes. El ambiente inducido por las noticias y las medidas impuestas han provocado que los ojos de todos los habitantes de este planeta estén volteando esperanzados hacia los investigadores científicos.
Por su parte, los hombres de ciencia se preguntan porqué el sistema inmunológico no parece ser la solución al problema de la pandemia. El cuerpo debería producir dos líneas de defensa: la primera, los linfocitos T que ordenan a las células infectadas suicidarse para detener la invasión de los patógenos y, la segunda, los anticuerpos que reconocen y bloquean las proteínas en las espículas de los virus. Ninguna vacuna será efectiva si antes no se resuelve esta encrucijada. En aquellos lugares donde se busca la inmunidad del rebaño, la defensa natural del cuerpo no parece estar ganando la batalla o por lo menos no estar ganando en todos los casos. ¿Será tal vez que la ciencia trabaja con base en estadísticas y la estadística requiere crear intervalos para poder agrupar los datos y analizarlos? Manejar intervalos abiertos, sin especificar particularidades de cada grupo de individuos, no permite detectar características singulares. Manejar intervalos muy estrechos, con demasiadas particularidades para cada grupo, complica el alcanzar generalidades. Quizás sea el establecer el punto óptimo entre estos dos extremos la dificultad que entorpece el progreso de los científicos. Y sin embargo, cada vez se reportan en las noticias más casos de portadores asintomáticos.
Los microbiólogos, virólogos, epidemiólogos se encuentran en busca apremiada de una vacuna y un medicamento que prevenga y remedie la enfermedad. Es una carrera de millones. El presidente de la nación estadounidense está esperanzado en que tal vacuna pueda estar lista para el mes próximo. El presidente de la nación rusa ha anunciado que sus científicos tienen ya listo un primer espécimen de la pócima protectora. Varias naciones se han apurado a anunciar que, de confirmarse la presunción, adquirirían millones de inoculaciones para proteger a sus habitantes. En esta carrera participan grandes firmas de laboratorios, universidades e institutos privados y gubernamentales. Se han invertido fuertes presupuestos y horas-hombre de investigación para lograr la vacuna. Los esfuerzos pretenden resolver pronto la urgente situación. Pero también aspiran a obtener los millones de dólares que significará vender el producto. Supongo que los científicos desean, seguramente, realizar un bien a la humanidad; pero también, verse reconocidos por el trabajo bien hecho y obtener, por causa de su desempeño, mejores subvenciones para futuros proyectos de investigación. ¿Quién ganará la carrera de los millones? Es una pregunta pertinente. ¿Cuándo habrá un ganador? Es otra que bien cabe hacer. Los protocolos de investigación están sufriendo recortes y atajos en sus procedimientos por causa de la emergencia. Yo me hago las preguntas: ¿qué tan confiable resultará ser el producto final y qué tan compatible con mi biología personal?
Cuando la vacuna esté lista, me temo que yo aplicaré el principio de las mujeres inteligentes, discretas, casadas y fieles: esperaré. Sé que puede ocurrir que los gobernantes impongan como obligatorio el uso de la vacuna. Posiblemente no se permitirá el acceso a lugares públicos como restaurantes y cines si no se muestra un carnet que avale que se ha recibido la protección biológica oficial. Si tal escenario se presenta, yo continuaré con la reclusión, la precaución y la prudencia. El tiempo me dará la respuesta, aunque la respuesta pueda no ser alguna de las que espero.