El Ayate del Tepeyac
En menudo embrollo me involucró mi querido amigo Víctor cuando me solicitó que emitiera mi opinión sobre las presunciones que rodean al Ayate del Tepeyac. Me vi obligado a informarme en todas las fuentes a mi alcance para responder. El desafío era grande. Sobre todo porque las creencias de otros son terreno sagrado. Tuve, por muchos días, que pensar y repensar el enfoque que daría a mi respuesta. Consulté el asunto con una mexicana, inteligente, instruida, católica y guadalupana: mi esposa. Llegué hasta el punto en que tenía la información, pero no encontraba la hebra inicial para desmadejar el asunto. Creo que finalmente dilucidé una respuesta adecuada; hela aquí en tres cuentos.
Considero que en cuestión de creencias la ciencia no sólo es superflua sino también irrelevante. Las creencias son, al igual que los teoremas numéricos no resueltos, caminos infinitos. Siempre los creyentes encontrarán nuevos hitos en sus reliquias y en sus tradiciones para continuar creyendo y no es sabio ni prudente pretender demostrar que están equivocados. Además, es o debería ser un derecho inalienable de la humanidad la afirmación: Quod volumus credimus libenter (creemos lo que queremos creer). Atendiendo a la solicitud de mi amigo, sin embargo, expongo a continuación mis observaciones sobre una de las últimas presunciones que rondan sobre el Ayate del Tepeyac. Aclaro: primero, que no soy, para nada, experto en el asunto; y segundo, que nunca he tenido a distancia menor de cinco metros la mencionada reliquia y tampoco por más de unos pocos minutos. Cuelga sobre la cabecera de mi cama, sin embargo, una copia tamaño original aunque solo de la mitad superior de la imagen del Ayate. Seguramente el lector la recuerda del video que acompaña mi cuento de Sábanas y nucleótidos. Parece ser que esta copia fue realizada en el siglo XIX. Mi esposa la recibió en herencia de su madre. El abuelo de Guadalupe, la compró, en 1918, a un anticuario, pariente suyo, quien, a su vez, la había adquirido en remate de El Monte de Piedad. El resto de la historia sobre este cuadro está perdido en el tiempo.
La presunción a la que me refiero es la que afirma que en la pupila de la imagen pueden verse 13 personas admirando la tilma. Esta creencia que comento más adelante no ha sido refutada por el Instituto Superior de Estudios Guadalupanos como sí lo ha sido, entre otras, la presunción de que el doctor Richard Kuhn (premio nobel de química 1938) realizó estudios a las fibras del Ayate. En 2018, científicos del Instituto Superior de Estudios Guadalupanos realizaron investigación sobre el supuesto estudio del profesor Kuhn. Las conclusiones de tal investigación afirman que no fue encontrada evidencia documental alguna sobre que el profesor Kuhn hubiese recibido fibras de la tilma, tampoco, sobre que el profesor o alguno de sus asistentes hubiese realizado análisis químico a dichas fibras, ni tampoco, sobre dictamen emitido por el profesor acerca de las mencionadas hebras del Ayate. También afirman dichas conclusiones que en entrevista con el doctor Hans Jurg Kuhn, éste declaró no tener conocimiento alguno de que su hermano hubiera realizado semejante estudio.
Los avezados de la psicología conductista y la programación neurolingüistica saben lo arduo y lento del proceso para lograr que uno mismo cambie su sistema de creencias y su conducta. Lo sé y lo entiendo, lo he sufrido en carne propia, pues he invertido gran parte de mi vida esforzándome por ensanchar la consciencia con apenas escuálidos resultados. Por tanto, no pretendo con los ejercicios que describo en el siguiente cuento sobre este tema convencer a nadie. Puede el lector, si lo desea, repetir los ejercicios y sacar sus propias conclusiones.